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“Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:7-9).

“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:6-8).

 

“Un poco de levadura leuda toda la masa”

 

“Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gálatas 5:7-9).

Hebreo: חָמֵץ kjamets / Griego: Ζύμη zome – levadura;
es una influencia corruptora, una impureza oculta que manipula y corrompe elementos más puros.

Así como un cachito de levadura dentro de una cantidad grande de masa la corrompe toda, de igual manera la levadura “espiritual” funciona como un impulso maligno dentro de nosotros (es decir, yetzer ha’ra: יֵצֶר הַרָע) que corrompe y “agria” nuestra alma. No puedes incluir un pequeño pecado en tu vida sin que afecte a toda tu vida espiritual, emocional y física. La “levadura del alma” es esencialmente nuestro orgullo, soberbia o vanagloria de vida que se manifiesta en nosotros a través de las concupiscencias y deseos idolátricos. Una forma práctica de guardar el mandamiento de “Limpiarse de la vieja levadura” no es nada mas eliminarla físicamente de nuestro hogar, sino mirar dentro de nuestro corazón para ver qué es que le corrompe y lo esclaviza en el ámbito físico, emocional e intelectual. ¿Eres adicto al placer? ¿poder? aprobación de otros? ¿Estás esclavizado al orgullo o al miedo? ¿Qué cautiva tu atención? ¿Qué provoca tu comportamiento? ¿Qué te emociona? Esto es parte de la “búsqueda de kjametz” en tu vida. Toma unos minutos diario en esta Pascua y en la Fiesta de los Panes sin Levadura para investigar donde se “asentó” tu “levadura”, identifica y con oración y la obediencia a los mandamientos de Dios pide al Padre que te de fuerza a remover esta levadura de tu vida.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).

“Pero gracias a Dios, que aunque eran esclavos del pecado, han obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fueron entregados; y liberados del pecado, son siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18).

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