Ministerio Internacional Casa de Santidad

En otras ocasiones ya habíamos hablado de la hermosa complejidad que integra al ser humano de forma muy superficial, es importante reconocernos como seres integrados por un cuerpo, una mente y un espíritu, aunque no hemos ahondado de forma específica de cada uno de estos.

 

¿Y mi espíritu en dónde está?

 

Autor: Vane D´ Bru

Sabemos cómo alimentarnos, tal vez no lo hacemos de la mejor manera, pero tenemos el conocimiento y en todos lados hay mucha información al respecto; también es muy fácil encontrar artículos que nos explican la estrecha relación que existe entre lo que comemos y nuestro estado de ánimo, y a su vez de la relación que tienen estas con nuestro estilo de vida, lleno de actividades y compromisos económicos, así es como en todo esto invertimos la mayor parte de nuestro tiempo; también es importante hacer un espacio para el esparcimiento; todos estos temas son tan comentados, hoy en día “está de moda” llevar una vida sana y equilibrada.

¿Y el espíritu en dónde está? La Biblia nos dice que sopló Dios en la nariz del hombre y este tuvo vida (Génesis 2:7), quiere decir que es parte de ti y que es importante, es más, es el ingrediente que depositó directamente Dios en ti de su propia naturaleza, ¿en qué momento dejó de ser tan importante? ¿en qué momento le damos un espació en nuestro día?, no lo fortalecemos, pero si lo perjudicamos todo el tiempo.

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¿Cómo puedes afectarlo? Es muy fácil, la indiferencia y apatía para cultivar una relación íntima con Dios nos merma poco a poco; al estar lejos del Padre somos susceptibles a la enfermedad.

Romanos 8:13 dice: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne viviréis”. ¿Cuáles son las obras de la carne? La palabra de Dios también las describe detalladamente: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes (Gálatas 5:19-21).

La escritura es muy clara, y por muy fuerte que se escuche es así. Es muy fácil caer en cualquiera de estas; es más, las mujeres de acuerdo con nuestras características somos muy susceptibles a algunas, por ejemplo, a los celos, que además desencadenan contiendas con el conyugue, estas últimas, pueden ser muy frecuentes al sentir que no nos escuchan o que no nos dedican la atención que consideramos necesaria; frecuentemente cuando vemos que alguna amiga, compañera de trabajo o incluso familiar, recibe regalos o atenciones que nosotras no tenemos, la envidia es inminente.

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Es por eso que debemos cultivar nuestra relación con el Padre, para poder tener una visión clara de todo lo que sucede a nuestro alrededor, para poder agradecer y disfrutar todas las bendiciones que tenemos en nuestra vida, quitando los ojos de lo que deseamos y no tenemos, confiando en que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.

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Andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardad la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-3)

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