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Una de las frases que mas escucho mientras doy consejería matrimonial o individual es “Yo siento” o “Yo no siento”. “No me siento amado, me siento dolido, yo me siento solo, yo me siento rechazado, no me siento apreciado, yo siento que no me valoran” etc. Por emociones, la gente se va de su casa, se divorcia, se lastima, renuncia, se va de un lugar a otro, hasta se mata. La lista de efectos negativos de las emociones puede seguir sin terminar y la pregunta es, ¿hasta donde debemos de dar lugar a nuestras emociones?

 

¿Qué debo sentir, cuando siento
 
lo que no debo sentir?

 

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Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jeremías 17:9
A Dios le preocupa más el estado del corazón que el estado de las emociones”. A. W. Tozer

Dios nos creó según Su imagen y semejanza, dándonos el intelecto, la voluntad y las emociones. Nuestro Dios tiene emociones y las expresa en Sus acciones, por ejemplo: Dios aborrece el mal y todas las formas de su manifestación, tales como el egoísmo, la soberbia, el engaño, la idolatría, la violencia (Salmos 5:5-6; 11:5; 45:7). Dios manifiesta Su ira cuando Su pueblo se pone rebelde y retador, cuando escoge seguir a los ídolos y las costumbres paganas. Sin embargo, El nunca permite que Sus emociones lo dominen y jamás pierde el control. Su ira siempre sirve a Sus propósitos y logra Sus metas (Nahúm 1:2, 6; Salmos 32:21).

Hay cosas, actitudes, acciones y palabras que nos hacen enojar y con toda la razón, el apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo dice que en caso de airarnos (y la verdad que una persona justa no puede tomar con calma toda la maldad que esta sucediendo en el mundo), no debemos pecar (Efesios 4:26).

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El propósito de un creyente, no es oprimir todas sus emociones y ser como un robot, de ninguna manera debemos fingir que no nos duele, que no nos importa, que estamos contentos cuando no lo estamos. Pero también hay que aceptar un hecho basado en la Palabra de Dios: nuestras emociones no son un termómetro perfecto de lo que sucede a nuestro alrededor y no son justas; son condicionales, subjetivas, engañosas y cobardes. De hecho, son una palanca perfecta con la cual satanás quiere tenernos controlados y cautivos, destruyendo toda imagen de Dios en nosotros. Lo que fue creado como una guía para ayudar a determinar el bien y el mal, se convierte en un amo que nos controla. Cuando nuestras emociones llegan a su punto mas alto, ya no aguantamos mas, llegamos a necesitar algo mas fuerte para controlarlas; así la gente cae en los vicios de alcohol, drogas, sexo, etc necesitando cada ves, una dosis mas fuerte para poder aplacar los sentidos.

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Gloria a Dios, que El no nos dejo sin salida y nos dio Su increíble gracia. En verdad, la única solución que existe para no dejar que nuestras emociones nos destruyan es el fruto del Espíritu Santo que se llama dominio propio (Gal. 5:23). ¿Que quiere decir esto?. Eso significa que debemos entrenar nuestras emociones para no depender de las circunstancias de la vida, pero depender de la Palabra de Dios. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”, dice la Palabra de Dios (Filip. 2:5). Por decir, no podemos permitir que nuestros sentimientos nos conduzcan al pecado y nos impulsen a actuar desagradablemente ante los ojos de Dios, un creyente maduro sabe como someter sus emociones a su fe. Por ejemplo, cuando hay tristeza, la convierte en otra razón para acercarse a Dios: “La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (11 Corintios 7:10). Cuando se esta en duelo, no se entristece “como lo hacen los demás que no tienen esperanza” (1 Tes. 1:13b), mas en su tristeza y dolor levanta sus ojos “a los montes” sabiendo “de donde vendrá su socorro” (Sal. 121:1). De esa manera, sus emociones, no lo alejan de Dios sino al contrario, lo acercan al “trono de gracia para recibir ayuda idónea” (Hebreos 4:16).

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Y recuerda: que emociones son momentáneas, traicioneras, pasan muy rápido, pero el “que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). Shalom.

Por: Pastora Valya (Valentyna) Nevmerzhytska

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