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Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia delante…” (Jeremías 7:24)

Pero Jesús le dijo: Nadie, que después de poner la mano en el arado mira atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).

 

El Peligro de Mirar atrás

 

Por: Maestra / Pastora Valya Nevmerzhytska de Cervantes

Estoy caminando con mi Padre desde 1994. Recuerdo como intuitivamente le entregue mi vida apenas cumpliendo 21 años. A estas alturas ya había probado el poder destructivo del mundo, ya camine por las sendas del pecado, ya sufrí el abuso y la violencia, ya fui lastimada y había lastimado a otros. Por eso en aquel día doble mis rodillas y le entregue mi vida a Yejóvah. Desde entonces no he vuelto atrás. He tenido muchos momentos difíciles, perdidas, traiciones pero no volví. Hoy al reflexionar y analizar que es lo que me mantuvo firme, puedo decir que fue la gracia de Dios que me ayudo a no mirar atrás.

Tengo dos maestrías de las mejores universidades, soy interprete deseada por muchos ministerios, hablo 5 idiomas, y soy una maestra tanto profesional como ungída. Yejóvah me impartió la gracia de servir disfrutándolo. Me llamaban ‘tonta’ cuando rechazaba las ofertas de ganancias muy altas, cuando me ofrecían la seguridad financiera a cambio de ‘vender’ mi llamado. Pero aquí estoy, sirviendo a mi Señor ya 24 años. ¿Saben por que? Solo por que nunca mire atrás. En mi pasado yo no conocia a Yejóvah, por eso no tengo nada que me atrae alli. Solo Dios me atrae y Su perfecta voluntad.

El Señor siempre advierte a su pueblo de no voltearse, no mirar a lo que quedo, no desear las riquezas de Egipto. Las ilusiones engañozas del pasado llaman a muchos, luego atrapan, paralizan, esclavizan y destruyen la plenitud de Dios en nosotros.

El mismo apóstol Pablo aprendió a defenderse de su pasado “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante…” (Filipenses 3:13). Él dejo toda su posición en el mundo de fariseísmo, nunca volvió pensar o a soñar en sus logros pasados o sus posibles logros que pudo haber perdido. El tuvo puestos sus ojos sobre la meta y eso lo que le permitió ser fiel hasta la muerte.

Tú me has dejado –declara el SEÑOR–, sigues retrocediendo. Extenderé, pues, mi mano contra ti y te destruiré; estoy cansado de compadecerme” (Jeremías 15:6). Deseando las cosas del pasado nosotros volvemos a la esclavitud de Egipto y ya no podemos entrar a la tierra prometida. Eso paso con los israelitas al salir del Egipto, eso paso con la esposa de Lot. “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal” (Génesis 19:26). Lo mismo paso con muchos que cayeron muertos en el desierto atorados en las redes de la vida pasada. Espero que no pasara contigo. Espero que no pasara conmigo. “Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas” (Génesis 19:17).

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios

(Hebreos 12:1-2).

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