A través de mi tiempo en el ministerio me he encontrado con muchas personas que han sido creyentes por mucho tiempo pero se quedaron esclavos de las heridas del pasado. Año tras año están yendo a una iglesia cristiana, escuchan la Palabra de Dios, repiten la frase del Padre Nuestro “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben” (Lucas 11:4) pero siguen pasando por masticas, viven la vida llorando por lo que les hicieron y nunca permiten que Jehová les sane. Para que eso no suceda contigo, permíteme compartir contigo unos principios bíblicos del perdón.
El increíble don del perdón
por pastora Valya Nevmerzhytska
1. Para vivir en libertad, necesitas perdonar las ofensas. A final, solo así se puede vivir en paz. Para los hijos de Dios el perdón no es opcional y aunque es difícil, si queremos que Dios nos libere de nuestras ofensas, debemos perdonar las ofensas de los demás.
Nuestro Señor dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”. Marcos 11: 24-26
2. Para que la relación se mantenga sana y firme necesitamos aprender a hacer dos cosas: pedir perdón y perdonar. La Biblia es la Palabra de Dios dada a los hombres para la restauración y sanidad de las relaciones: Dios con el hombre, el hombre con el hombre, el marido con la mujer, los padres con los hijos, etc.
Perdonar para restaurar el compañerismo solo es posible cuando el ofensor se arrepintió y pidió perdón. De esa forma es posible restaurar la relación y la amistad. De esta forma se puede perdonar la infidelidad en el matrimonio: cuando el que ha sido infiel experimento un verdadero arrepentimiento, experimento el dolor por su pecado, pidió perdón y se aparto de la infidelidad. Dios nos ha perdonado y nos abrió el acceso a Su presencia sin restricciones. Este es nuestro modelo de restauración de relaciones y de compañerismo.
“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Lucas 24:45-47
“El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. Hechos 5:30-31
3. Perdonar las ofensas a las personas que no reconocieron su falta no significa que debemos tener amistad con ellas, pero significa liberar nuestra alma de la carga por su pecado.
Cuando perdonamos a alguien su ofensa, aunque esa persona nunca haya pedido perdón, significa que nosotros liberamos nuestra alma del yugo de esclavitud, quitando todas las expectativas de cómo va a reaccionar el ofensor; arrepentirse y disculparse. Lo dejamos en las manos de Dios sin esperar recompensa y seguimos disfrutando la vida. “No te vengarás ni guardarás rencor…” (Levítico 19:18). En el momento que nuestro ofensor necesita ayuda, como nuestra alma esta libre, somos capaces de ofrecer ayuda y estirar la mano de bendición.
4. Si decidimos no perdonar, nos volvemos esclavos de nuestro ofensor ya que todo nuestro pensar esta concentrado en el dolor que se nos causó. Nuestro dolor con el tiempo se convierte en rencor y amargura.
El rencor contra el ofensor absorbe toda nuestra energía. Nuestro corazón queda herido ya que la única forma de sanarlo es perdonar. Este corazón ya no es capaz de amar incondicionalmente, no puede confiar, no puede gozar la relación. De esa manera nuestra alma queda enjaulada y privada de la libertad de amar, gozar y crecer. Solamente decidiendo perdonar y ejercitando esa decisión, liberaremos nuestro corazón y Dios derramé su bálsamo sanador en nosotros.
“Perdón, es la fragancia que la violeta suelta, cuando se levanta el zapato que la aplastó“. Mark Twain
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