Todos los días tomamos decisiones, unas más relevantes que otras pero lo hacemos, desde el levantarse temprano, qué vestir, qué comer, y así sucesivamente, después sí no elegimos correctamente las cosas no van a marchar en forma, y nos enojamos…
Nada que yo no pueda soportar…
Autor: Vane D´Bru
En estos días hemos hablado acerca de los pensamientos en los que nos sumergimos y de la autoestima, aclaró está no es mala, el problema es cuando nos sobrevaluamos y nos ponemos por encima de los demás; en este sentido, existen situaciones que no son muy buenas y que detonan nuestras emociones de forma negativa llevándonos a un estado de víctimas, frustración, enojo, envidia, etcétera, etcétera; estas frecuentemente son consecuencias de una mala decisión que forma parte de un círculo vicioso y recurrente del ser humano.
Todos los días tomamos decisiones, unas más relevantes que otras pero lo hacemos, desde el levantarse temprano, qué vestir, qué comer, y así sucesivamente, después sí no elegimos correctamente las cosas no van a marchar en forma, y nos enojamos, después empezamos a decir: “Dios mío, ayúdame por favor”, cuando fue algo que decidiste no hacer, peor aún cuando son cosas sumamente importantes, al último que le preguntas qué debes hacer es a Él; entonces dices: “yo puedo con esto, porque Dios no me va a dar más de lo que no pueda soportar”, y ahora resulta que “el resultado de tus malas decisiones ahora según tu, es dado por Dios”.
¡Qué increíble patrón de conducta!, y de verdad todos actuamos de forma similar (tal vez no ocupamos las mismas palabras, pero si la misma actitud), dándole a Dios la clasificación de rescatista o salvavidas (de esas llantas redondas que usan los niños en la playa), cuando según nuestra fe, es el “Señor de nuestra vida”.
Primero, comúnmente no leemos con mucha atención y es por esto que confundimos las cosas, 1 Corintios 10:13 dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”, cito este texto porque ahí es de donde nos agarramos para decir: “Dios no me va a dar nada que yo no pueda soportar”. Leyendo con atención se esta hablando acerca de la tentación, entendemos y sabemos que la tentación y la prueba son diferentes, pero no solo eso, dice que nos da forma de resistir y la salida, ¿acaso no tenemos la palabra de Dios para practicarla y no caer en nuestras debilidades ante la tentación?
Es cierto que el mundo maneja una excelente propaganda, de “placer, diversión y plenitud”, pero, ¿qué hay más allá?, la vida eterna, y esa es con El Santo de Israel o lejos de Él. Esto no es un secreto, Jesús dijo a sus apóstoles: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Ciertamente viviremos dificultades, y serán una tras otra, pero aun más cierto es que tenemos un Señor, un Salvador y un Consolador (que son uno mismo, un “ejad”) así es que debemos acercarnos, conocerlo, y vivir como para Él.
Dios sabe que somos debilidades, pero la actitud que tengas frente a la debilidad es la que te dará vida o muerte, y esto es literal en el sentido físico y espiritual; el mismo autor de las cartas a los Corintios nos da la respuesta que recibió por parte del Señor “ Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” ( 2 Corintios 12:9-10).
Busca al Señor, deja que el te fortalezca.
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