¿Les ha pasado que se sienten fuera de lugar? Han llegado a pensar, ¿qué hago aquí?, ¿a qué vine?, o ¿qué sentido tiene que esté aquí? Son preguntas muy comunes que en algún momento podemos hacernos al sentirnos incomodos, pero, ¿se las han hecho sin tener que estar necesariamente en una situación específica?, simplemente preguntándose acerca de su vida en general.
“El asiento de mi ser”
Autor: Vane D´Bru
¿Les ha pasado que se sienten fuera de lugar? Han llegado a pensar, ¿qué hago aquí?, ¿a qué vine?, o ¿qué sentido tiene que esté aquí? Son preguntas muy comunes que en algún momento podemos hacernos al sentirnos incomodos, pero, ¿se las han hecho sin tener que estar necesariamente en una situación específica?, simplemente preguntándose acerca de su vida en general.
Realmente es más común de lo que te imaginas, no eres la única que se pone a pensar así, y, ¿sabes por qué? Es muy simple, tendemos a colocar las cosas en un orden equivocado, no importa si crees que eres la mujer más ordenada del mundo, tus prioridades están en el lugar equivocado, y esto te ha traído, tristeza, angustia, frustración, amargura, desanimo, etc, etc, y así sigues caminando y tomando decisiones sin sentir que llegas a ningún lugar.
Hay un versículo que es muy, pero muy conocido, Proverbios 4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Me quiero centrar en el significado de la palabra “corazón” (muchos lo relacionamos con un dibujito color rojo que encontramos en la tarjetas) que proviene de la palabra hebrea לֵבָב “Leb” que significa: mente, voluntad, conocimiento, pensamiento, inclinación, resolución; pero lo que más me llama la atención es lo siguiente, “asiento de apetitos, asiento de emociones y pasiones”. Leyendo esto puedes imaginarte porque te mencionaba el tener en desorden tus prioridades.
Cuándo Jehová habla a Moisés para darle los mandamientos lo dice de forma muy específica en el primer mandamiento: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.” (Éxodo 20:1-3)
Y podrás decir: “ahora si se voló la barda”, “esto es ya es súper religioso”, “exagera”… y yo he pensado así, no te juzgo pero te invito a que sigas conmigo, porque así de sencillo es como vamos desechando lo que creemos que es exagerado, cuando en realidad es muy clara la escritura, lo primero en tu corazón debe ser Yejováh nuestro Dios, solo así toma sentido todo, y la vida deja de ser plana y simple, porque aunque tengas mil cosas que hacer y le falten horas a tu día para poder cumplir con todo, mientras no estés en una relación con Dios sentirás que se te fue un día más, que nada pasa, nada cambia; y es cierto ese sentimiento.
Por eso muchas veces sentimos que vamos solas por la vida, que necesitamos que alguien nos respalde, que necesitamos tener contactos suficientes para poder solucionar cualquier cosa que se pueda presentar, y entonces sigue la bola de nieve haciéndose más y más grande, porque entonces empezamos a traicionarnos actuando de forma complaciente con todos, para caerle bien a todos y no sentirnos solas. Y de pronto no sabes en que momento dejaste de ser tú y ya no sabes ni quién eres.
Todo empezó en el momento que creíste que dormir 5 minutos más era mejor que orar, que meditar qué ibas a hacer en tu día (sin que tus acciones contradijeran lo que Dios establece). Esos 30 minutos (porque dijiste que solo te tomarías 5 minutos para despejarte y te diste cuenta que ya se te hizo tarde) que te dedicaste a ver publicaciones de Instagram y Facebook, en donde todos suben las cosas con las que pretenden demostrar al mundo la perfección de sus vidas por ir de viaje, salir a comer, tomar el café, ir de compras, tener un cuerpo de revista (después de 2 horas de entrenamiento y cuidar todo lo que comen todos los días), pero tú solo vez el resultado de las fotos y no todo el trabajo que hay detrás de eso, tú solo te centras en decir: “¿por qué otros pueden y yo no?”, y de ahí vienen todos los sentimientos más tóxicos que te enferman el corazón, ese que debe estar lleno de Dios y que solo ÉL puede sanar, pero que nos encanta enfermar y después pensar que “Él escucha a otros pero no a ti”
Sabemos que no es así, pero es mil veces más fácil correr al lugar en el que no tenemos nosotros la responsabilidad de las cosas y por el contrario resultamos ser “víctimas de las circunstancias” (mismas que son consecuencia de nuestras acciones). Por hoy sólo quiero invitarte a observarte más constante, a que veas en qué ocupas mayormente tu tiempo, porque eso te está robando tu relación con Dios. ¿Qué has asentado en tu corazón?
Esta fue la introducción a un tema que me gustaría abordar la siguiente semana y que cuando lo escuché me hizo entender tantas cosas.
Recuerda: “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará” Salmos 37:5
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